lunes, 16 de junio de 2014

A VUELTAS CON EL VEGETARIANISMO

A veces, bueno, siempre, me asombro de la reacción de algunas personas cuando se enteran que soy vegetariana o, aún sabiéndolo desde hace tiempo, como que les molesta, les incomoda.

Yo, sinceramente, creo que soy pacífica y que no hago alarde de lo que soy o dejo de ser. Es más, yo quiero ser vegana, de hecho en mi vida íntima lo soy. Y esto puede que algunos veganos no lo entiendan. Pero yo sí. No lo soy cuando salgo fuera de casa a comer por no molestar, por no incomodar. Si voy a comer a casa de alguien que sabe que soy vegetariana y que se ha esforzado en preparar una comida pensando en mí, cuando llega el postre, por ejemplo, y compruebo que lleva leche o huevos o miel no hago lo que a mí me parece un desprecio al decirle que no y me lo como. Lo mismo cuando voy a un restaurante con amigos, donde, muchas veces, comer como vegetariana es un problema, no te digo comer como vegana. Y por eso me sorprende más esas actitudes de rechazo y malestar sobretodo de personas cercanas a mí.

Y es, quizás, por estas actitudes cuando me pongo a pensar, a meditar, intentando buscar una explicación. 

Una de las que se me ocurre es que si a esas personas, que se sienten incómodas ante mi determinación de no comer carne de ningún ser vivo, les hace cuestionarse su actitud frente a esos mismos seres vivos. Que, a lo mejor, hasta sin darse cuenta, se les remueva su conciencia.

Sería algo parecido a lo que nos ocurre cuando vemos en TV imágenes de gente que muere de hambre y miramos para otro lado porque no queremos que nos perturben, que nos saquen de nuestro estado de bienestar. Sabemos que “eso” existe, que “eso” ocurre, pero que está lejos y nosotros “gracias a Dios” nacimos con más suerte. Ya habrá gente que se ocupe de "eso"…y miles de excusas más para no implicarnos y tranquilizar nuestro interior.

Yo respeto a los omnívoros como respeto a los fumadores. 

Yo misma, durante mucho tiempo, fui las dos cosas. No me alegro de eso pero no lo oculto. Lo que sí es que doy gracias constantes por haber podido dejar entrar en mi cerebro, de forma clara y rotunda, que las dos cosas eran dañinas para mí y para mi entorno.


No intento imponer nada. 

Ahora, una cosa que sí exijo es que cuando quieran rebatir mis ideas tengan buenos y certeros argumentos. Que se hayan informado, que hayan leído sobre el tema y que hayan visto documentales como lo he hecho yo, o más.

domingo, 15 de junio de 2014

¿JIRA O GIRA?

Estuve leyendo el blog de una compañera de colegio.


Esta lectura me ha enseñado una palabra nueva: jira, y me ha traído a la memoria algunos recuerdos de infancia relacionados con esta nueva palabra añadida a mi vocabulario.

Les pongo la dirección del blog de Jane por si quieren aclarar ideas y, además, porque escribe muy bien y es un atractivo grande leerlo. Desde aquí le doy las gracias por sus escritos y por transmitir su sabiduría.

Volviendo a la palabra, la duda estaba entre “jira” y “gira”. De “JIRA” el DRAE dice, en una segunda acepción: Banquete o merienda, especialmente campestres, entre amigos, con regocijo y bulla.

Mientras que de “GIRA” dice: Excursión o viaje de una o varias personas por distintos lugares, con vuelta al punto de partida.

Y las dos cosas al mismo tiempo, si eso es posible, jira y gira, es lo que yo creo que hacíamos nosotros de pequeños con nuestros padres. Como que había una mezcla de las dos. 

Lo explico. 

Éramos, normalmente, 12 personas. Íbamos por distintos lugares de la Isla, salíamos temprano de casa y volvíamos por la tarde al punto de partida. Aunque algunas veces, muy pocas, pernoctábamos y volvíamos al día siguiente a dicho punto. Por supuesto que siempre iba en el coche una gran cesta con comida y bebida que tomábamos en algún lugar campestre. Éramos ocho hermanos, padre y madre, y dos agregados, por lo que la bulla era segura pero lo del regocijo no lo tengo tan claro en mi memoria.  

Con el tiempo y como han cambiado las cosas, cada vez me asombro más de cómo mis padres tenían ganas de “cargar” con nosotros para llevarnos de Jira/Gira. A veces a lugares tan “lejanos” (entre 80 y 90 Km.) como Alcalá cuando no había casi ni carreteras sino pistas de una tierra blanca. 

Entrábamos en el coche con nuestros pelos, rubios unos, morenos otros, y salíamos todos con el pelo blanco como si el viaje hubiese sido a otra galaxia y hubiésemos envejecido por el camino.



Este es el coche que teníamos. Era un Renault (no recuerdo el modelo). Lo llamábamos “La Rubia”. Ya dije que íbamos ¡12 personas! Cuatro delante, cuatro detrás y otras cuatro más detrás. 

Y, se preguntarán ¿cómo? 

Pues muy sencillo. Los ocho primeros, a parte de las apreturas, no tenían problema para colocarse. En cuanto a más detrás, mi padre, que era medio inventor, había encargado dos banquetas que se ajustaban perfectamente a esa parte. Pero las banquetas eran de quitar y poner por lo que iban sueltas. Ni atornilladas ni nada por el estilo. Y dejando la puerta abatible de atrás abierta para colocar atada la cesta en la que iba la comida y la bebida. Era una cesta de mimbre, grande, porque iba comida para muchos, aunque creo recordar que era bastante frugal y fundamentalmente bocadillos. Del pan de los bocadillos hablaré en otra ocasión porque tiene su miga.

Bueno, pues en esas banquetas, incómodas y totalmente inseguras íbamos los cuatro más pequeños tan felices. Aunque no siempre igual de felices porque, como las carreteras y las pistas tenían tantas curvas, muchas veces había que parar porque uno de los de atrás (casi siempre yo) se estaba poniendo pálido y había peligro para los de delante o para la cesta de la comida que estaba detrás. No sé lo que era peor.

Al ir con la parte de atrás abierta entenderán el por qué del pelo y la ropa casi blancos de todos al llegar al destino

¿Se imaginan hacer eso ahora con 12 cinturones de seguridad, con sillitas para los niños según edad y tamaño? 

Yo sí que me lo imagino. 

Y les aseguro que no habría ni Jira ni tampoco Gira.