martes, 24 de septiembre de 2013

LOS HIJOS DUELEN

Lo que están leyendo, duelen. Desde que los pares hasta que te vas de este mundo, los hijos duelen.

Y no estoy hablando de forma figurada, de que te preocupan, de que no te los quitas de la cabeza, de que cuando hacen algo mal o bien te entristeces o te alegras... Estoy hablando físicamente.

Cuando se enferman, cuando se caen y se lastiman, cuando una hija está de parto... es que te duele. En el alma y en el cuerpo. En el alma es normal porque te pasa con cualquier ser querido o no tan querido.

Pero doler físicamente, lo que se dice doler, solo pasa con los hijos.

Y es que aunque los quieras dejar volar y ves que ya es su vida, otra vida desgajada de la tuya, a pesar de eso, tu subconsciente sigue aferrado a que es algo tuyo y sientes ese dolor de ellos en todo tu ser, incluido el cuerpo. Es algo parecido a alguien que pierde una parte de su cuerpo y le sigue doliendo o picando.

Por supuesto que, cuando sienten alegrías, te sientes bien físicamente.

Y a medida que crecen ese dolor o ese bienestar es mayor. Quizás porque ya no están contigo, y ese subconsciente que te maneja, te engrandece las cosas tanto si son buenas como si son malas.

Y no te digo nada cuando son los hijos de tus hijos. Entonces te duele o te alegras por dos. Menos mal que, con casi seguridad, no veré a los hijos de los hijos de mis hijos. Creo que las alegrías, bien, pero cuando las cosas fueran mal, el dolor...uff, sería por tres.

No estoy hablando por no callar, como decía una tía mía. Sino porque de verdad creo que es así. Y voy a poner dos ejemplos recientes, pero que también los hay lejanos.

1) Mi hija está embarazada de 8 meses. Pues bien, yo he engordado a la par que ella ¿Duele o no duele eso?

2) Mi hijo, entre el sábado pasado y el domingo hizo una muy difícil  carrera de casi 140 Km. ¿Y?, dirán ustedes. Pues que estoy agotada, que tengo calambres en las piernas...

Eso sí, me dice el médico que el ejercicio que hace mi hijo no sirve para mi (¡a la vista está!, me dice el muy grosero) y que, aunque siga engordando, no voy a parir. ¿Qué sabrá el de estas cosas?

Aunque no tenga mucho que ver, toda esta reflexión me trae a la memoria algo que me contaba un conocido. Este conocido se compró una bicicleta estática y la colocó frente al televisor para hacer distraido sus ejercicios. Pues bien, me contaba que, varias veces, cuando ponían alguna vuelta ciclista, miraba para detrás por si lo adelantaban.

Y ya, fuera de bromas, insisto, reivindico y afirmo que, desde que nacen hasta que te vas de este mundo, los hijos duelen. Para bien o para mal.

Así y todo nos empeñamos, generación tras generación, en traer hijos a este mundo. Y nos hace felices a pesar de los pesares.

Y es que el Ser Humano es raro, raro, vamos, lo que se dice raro.

lunes, 9 de septiembre de 2013

HOY EMPIEZA EL COLE

Recuerdos, recuerdos, muchos recuerdos viendo a los pequeñines empezar hoy el colegio.

Me traen recuerdos de cuando era pequeña, no tan pequeña, de mediana edad y de más que mediana edad.

No, nunca me ha gustado ir al colegio. Y aquí me tienen, con 66 años y en clase de inglés. Estoy empezando a pensar que soy masoca.

De cuando niña los recuerdos no solamente son míos, también de mis hermanas, especialmente de Amparo que sufría mis lloros, mi tardanza. Y los sufrimientos que le di a mi madre...

No me gustaba nada, pero nada ir al colegio. Cada mañana era una tortura para mí, para mi madre y para Amparo que es la que me tenía que esperar para ir con ella.

Mi madre me ponía los zapatos. Bueno, intentaba porque yo engurruñaba los pies y no había manera. Cuando por fin podía meterlos yo lloraba y lloraba porque decía que tenía una arruga en el calcetín. Y otra vez a empezar. No sé si siempre, pero muchas veces terminaba el asunto porque me daba alguna moneda para comprarme algo en "el carrito de D.Romualdo" Y es que, queramos o no, todos tenemos un precio.

No sé cuánto tiempo duró esta tortura. Ya me veo de más mayorcita resignada cada mañana a afrontar lo que parecía escrito en mi sino: Carmen, tienes que ir al colegio. Y, obediente que fui, he llegado hasta hoy yendo al colegio, al instituto, a la Universidad, al instituto otra vez y ya como profesora, a torturar a otros niños. Ahora pienso ¿sería una especie de venganza? Porque a mí tampoco me ha gustado la enseñanza y ahí que estuve durante 30 años. Y ahora, otra vez alumna. Ya les dije que masoca, masoca.

Me dirán ¿Y las vacaciones? ¡Anda que no tenías vacaciones!

Es verdad que sí. Pero también les digo que disfrutar, disfrutar, lo que se dice disfrutar... ¡únicamente el primer día! Luego ya la angustia en el estómago. Ahora veo que estaba de psiquiatra pero antes o no había psiqiatras o eran para los locos, locos. Y yo solamente estaba medio loca.

Y es por eso que cuando veo estos días a los niños llorando por ir al colegio me identifico tanto con ellos. A los que veo ir contentos no los entiendo, de verdad que no los entiendo. ¡Con lo bien que se está en casa! Y yo no tenía ni tele, ni ordenador, ni maquinitas, ni.... Pero sí, libros para leer y una imaginación capaz de llevarme a cualquier sitio que quisiera. 

Este dibujo me lo mandaron el otro día:
 Me hizo gracia pero como que también me trajo estos recuerdos que acabo de desgranar. 

Y ya hoy viendo a los niños, limpitos, de la mano de sus padres o madres, terminó por redondear mi angustia sabiendo que el 16 iré yo, posiblemente limpita pero sin que nadie me dé la mano a mi tercer curso de inglés.

¡Buaaaah, yo no quiero ir! ¡ tengo una arruga en el calcetín!